Algunos dicen que la sabiduría es una maldición y no una bendición. Se basan en el argumento de que con ella puedan analizar con más profundidad los hechos que los rodean, causando a sí mismos más sufrimientos. Muchos prefieren, debido a eso, no buscar la sabiduría, pues si analizan los hechos con sus consecuencias acabarían trayendo para sí sufrimientos que no desean. El ser humano es enseñado desde su nacimiento a ser protegido de cualquier sufrimiento.
Ciertos individuos, por no haber sido enseñados a vivir con los sufrimientos, acaban por quitar sus propias vidas cuando les sobrevino algún infortunio. El sufrimiento forma parte de la vida, el simple vivir en este mundo está lleno de imprevistos e infortunios, que de cualquier forma todos los seres pasarán, a menos que sean creados en una redoma de protección, en la que no tenga contacto con el mundo exterior, lo que se vuelve casi imposible, a no ser para aquellos que nacieron en cunas privilegiadas en las que no necesitan luchar por nada.
El sufrimiento no es un mal, desde que los individuos aprendan con él y puedan transformar las adversidades en victorias. En la Biblia existen varios ejemplos de hombres que por sus infortunios fueron alzados a patares inimaginables en sus trayectorias de vida. Cito aquí el caso de José, que fue entregado a la esclavitud por sus hermanos, pero terminó su vida como gobernador en Egipto.
La sabiduría nos enseña a ver las cosas con otra perspectiva, con la mirada de aquel que nos hizo su imagen y semejanza, en la dimensión de la fe. El hombre sabio es aquel que busca en Dios la sabiduría, y no la que se resume a los conocimientos humanos solamente.
Salomón el mayor rey que ya existió, pidió a Dios sabiduría para bien gobernar a su pueblo, pues reconoció que sólo con sus conocimientos él no podía regir su imperio. Él se convirtió en el principal escritor del libro de Proverbios de la Biblia, habiendo enseñado que el temor del Señor es el principio del conocimiento; y que solamente los locos desprecian la sabiduría y la instrucción (Pv 1: 7).
En el Nuevo Testamento Jesús, el hijo de Dios, que dio su vida en favor de toda la humanidad, afirmó que él era el camino, la verdad y la vida, de esta manera se colocó en el lugar de la sabiduría, pues Él fue el que vino de lo alto, convirtiéndose en nuestra sabiduría. En uno de los pasajes él dice que aquellos que lo siguen no andar en tinieblas, pero tendrían la luz de la vida.
En otro pasaje del Nuevo Testamento Él dice que conoceríamos la verdad, y ella nos liberaría, o sea, al conocerlo nosotros entenderíamos la verdad. Así, Jesús al afirmar que Él era la verdad, estableció que sólo a través de él llegaríamos a la verdad de todas las cosas.
De esta manera, con Jesús, se dio el derecho a todos al acceso a la sabiduría, ya que aquellos que lo reciben como su Señor y Salvador, haciéndose de sus discípulos tal cual los originales, tienen sus mentes aclaradas por su Espíritu. Sin embargo, muchos hoy, a pesar del derecho conquistado por Jesús, no quieren sufrir con las persecuciones derivadas de esa decisión, prefieren quedarse al margen, y consecuentemente quedan alejados de las conquistas adquiridas por Él ya en esta vida, como también en la que está por venir.
Ciertos individuos, por no haber sido enseñados a vivir con los sufrimientos, acaban por quitar sus propias vidas cuando les sobrevino algún infortunio. El sufrimiento forma parte de la vida, el simple vivir en este mundo está lleno de imprevistos e infortunios, que de cualquier forma todos los seres pasarán, a menos que sean creados en una redoma de protección, en la que no tenga contacto con el mundo exterior, lo que se vuelve casi imposible, a no ser para aquellos que nacieron en cunas privilegiadas en las que no necesitan luchar por nada.
El sufrimiento no es un mal, desde que los individuos aprendan con él y puedan transformar las adversidades en victorias. En la Biblia existen varios ejemplos de hombres que por sus infortunios fueron alzados a patares inimaginables en sus trayectorias de vida. Cito aquí el caso de José, que fue entregado a la esclavitud por sus hermanos, pero terminó su vida como gobernador en Egipto.
La sabiduría nos enseña a ver las cosas con otra perspectiva, con la mirada de aquel que nos hizo su imagen y semejanza, en la dimensión de la fe. El hombre sabio es aquel que busca en Dios la sabiduría, y no la que se resume a los conocimientos humanos solamente.
Salomón el mayor rey que ya existió, pidió a Dios sabiduría para bien gobernar a su pueblo, pues reconoció que sólo con sus conocimientos él no podía regir su imperio. Él se convirtió en el principal escritor del libro de Proverbios de la Biblia, habiendo enseñado que el temor del Señor es el principio del conocimiento; y que solamente los locos desprecian la sabiduría y la instrucción (Pv 1: 7).
En el Nuevo Testamento Jesús, el hijo de Dios, que dio su vida en favor de toda la humanidad, afirmó que él era el camino, la verdad y la vida, de esta manera se colocó en el lugar de la sabiduría, pues Él fue el que vino de lo alto, convirtiéndose en nuestra sabiduría. En uno de los pasajes él dice que aquellos que lo siguen no andar en tinieblas, pero tendrían la luz de la vida.
En otro pasaje del Nuevo Testamento Él dice que conoceríamos la verdad, y ella nos liberaría, o sea, al conocerlo nosotros entenderíamos la verdad. Así, Jesús al afirmar que Él era la verdad, estableció que sólo a través de él llegaríamos a la verdad de todas las cosas.
De esta manera, con Jesús, se dio el derecho a todos al acceso a la sabiduría, ya que aquellos que lo reciben como su Señor y Salvador, haciéndose de sus discípulos tal cual los originales, tienen sus mentes aclaradas por su Espíritu. Sin embargo, muchos hoy, a pesar del derecho conquistado por Jesús, no quieren sufrir con las persecuciones derivadas de esa decisión, prefieren quedarse al margen, y consecuentemente quedan alejados de las conquistas adquiridas por Él ya en esta vida, como también en la que está por venir.